Hope Must Not Die / La Esperanza no debe morir
Update from Germán Zárate-Durier - Colombia Coordinator for PPF Accompaniment Program
Español abajo / Spanish below.
The global crisis caused by the Coronavirus (COVID 19) has led to changes in the daily life of all humanity, and we will never go back to what we were before the pandemic. Many sectors of society – social, political, economic and even ecclesial – have exhibited every kind of fear. Instead of resolving their differences, they continue insisting on them in absurd way, using the media to create situations of panic with which they have made many people dependent on their falsehoods as if they were truth.
There are many people, communities and institutions which, suddenly not having access to the media, don’t respond to such fake news, and make major community efforts to generate alternative ways of life for themselves – the great majority to which the major communication media denies access.
These experiences translate into community ACCOMPANIMENT which advocates for life, starting from their localized spaces, but little by little expressing and generating actions which will impact the wider life-changes for which this pandemic is creating opportunities.
Last year, we had the opportunity to participate in a gathering of organizations who carry out or promote accompaniment in Colombia, including the participation of parent organizations from other parts of the world, especially Europe and the United States. These were wonderful days for getting to know about the efforts which many young people, in particular, are making towards peace and justice.
A little later, I was invited, by the [Bogotá inter-faith] group “Teusaquillo Territory of Peace,” to visit a remote but beautiful location called La Julia, in the plains of Colombia’s Meta department (state). It was an experience of hope and much joy on seeing the work which is being done for peace and social-justice by churches and local community organizations, there and in neighboring towns, with the participation of students from the public schools in the area. I learned that this region had been hard-hit by this country’s violence.
During that trip we also visited a group of ex-combatants from the FARC [Colombia’s main guerrilla group, which signed a peace-deal with the government in 2016]. This group had organized themselves into an agricultural production co-operative. It was challenging to see how much they had managed by their own efforts.
These days, we have been participating in different ‘working spaces’ for social-justice and for peace, insisting on the necessity not only of denouncing the unjust assassination of social leaders but also of demanding that the current government take concrete action to stop these nefarious practices. The environment of tireless work and hope is another signal that things can indeed change in Colombia. The most important thing is that those who lead these acts of political advocacy, including young people, are appropriately prepared academically, but that they come from impoverished (popular) sectors and have never forgotten their roots and who have a real commitment to their people.
A little while ago I participated in the 5th National Interethnic Assembly, made up of organizations of indigenous and Afro-Colombian peoples, exchanging their contributions and their work-plans, their organizational and association capacities, taking advantage of an opportunity that the pandemic and social networks are giving us.
The major demonstrations and mobilization in the United States triggered by the killing of George Floyd are a very positive signal of the repudiation of violence, from wherever it may come. And the racism which we, too, have in many countries is another major challenge which we must face if we want, some day, to understand that all humans are equal, and that we can learn to live together in justice and peace.
All this is to say that hope must not die, cannot die, while groups of citizens are conscious that this, now, is an opportunity to meet each other again as human beings, recognizing the values of women and respecting them, seeing our children and youth as the hopeful promise of a new society. And faith – even if not in institutionalized religion which is also corrupted – faith can be strengthened by re-discovering our relationship with God and our neighbors.
“Faith without works is dead” (James 2:26) and “do not be conformed to this world, but be transformed by the renewing of your minds, so that you may discern what is the will of God—what is good and acceptable and perfect” (Romans 12:2). Further, we note: “Strive first for the kingdom of God and God’s righteousness, and all these things will be given to you as well” (Matthew 6:33). I finish with: “Let us love God above all things and love our neighbors who are equal to you and to me.”
La Esperanza No Debe Morir
Translated by Linda Eastwood, former US-coordinator of the Colombia Accompaniment Program.
La crisis mundial provocada por el Coronavirus o también COVID 19 ha provocado situaciones de cambio en los hábitos de vida de toda la humanidad, porque nunca volveremos a ser lo que éramos antes de la pandemia. Muchos sectores sociales, políticos, económicos y hasta eclesiales han manifestado toda clase de miedos, que en lugar de resolver sus diferencias, siguen insistiendo en ellas de manera absurda, creando a través de los medios de comunicación, situaciones de pánico con lo que hasta ahora logran que mucha gente se haga dependiente de sus falsedades como que fueran verdad.
Hay un gran grupo de personas, comunidades e instituciones que, de pronto no tienen acceso a los medios de comunicación, que no acompañan esas noticias falsas y que en grandes esfuerzos comunitarios buscan generar alternativas de vida para las grandes mayorías a las que los grandes medios de comunicación les niegan participar.
Son experiencias que se traducen en ACOMPAÑAMIENTO comunitario que propugnan por la vida, desde pequeños espacios, pero que poco a poco se van articulando y generando acciones que van a incidir en los cambios de vida que esta pandemia está provocando como una oportunidad.
El año pasado, tuvimos la oportunidad de participar en un encuentro de organizaciones que hacen acompañamiento o que lo promueven en Colombia con el apoyo inclusive de organizaciones madres en otras partes del mundo, especialmente de Europa y Estados Unidos. Fueron unos días fantásticos para conocer de los esfuerzos que muchos jóvenes, especialmente están haciendo por la paz y por la justicia.
Poco después, fui invitado por Teusaquillo Territorio de Paz, a visitar un remoto pero hermoso de los Llanos del Meta, en Colombia llamado La Julia. Fue una experiencia de esperanza y de mucha alegría por el trabajo que hacen las iglesias, las organizaciones comunitarias en ese lugar y los pueblos circunvecinos por la paz y la justicia social, con la participación de los estudiantes de los colegios públicos de esa región. Aprendí que esa región había sido muy castigada por la violencia.
En esa oportunidad visitamos también un grupo de excombatientes de las FARC que se han organizado en una cooperativa de producción agrícola. Lo mas desafiante fue saber que lo que han logrado ha sido por esfuerzo propio.
En estos tiempos, hemos estado participando en diferentes espacios de trabajo por la justicia social y por la paz, insistiendo en la necesidad de no sólo denunciar el injusto asesinato de líderes sociales sino de exigir al gobierno actual, acciones concretas de detención de esas nefastas prácticas. El incansable ambiente de trabajo y esperanza es otra señal de que las cosas en Colombia pueden cambiar. Los más importante es que quienes conducen esas experiencias de incidencia política son personas muy bien preparadas académicamente, provenientes sectores empobrecidos (populares) y jóvenes que nunca han olvidado sus raíces y que tienen un compromiso con su pueblo.
Hace poco participé en la V Asamblea Nacional Interétnica constituida por organizaciones de población indígenas y afrocolombianas, intercambio de sus aportes y planes de trabajo, sus capacidades de organización y de asociación como una oportunidad que la pandemia y las redes sociales nos está dando.
Las grandes movilizaciones en los Estados Unidos por el asesinato de George Floyd es una señal muy positiva del repudio a la violencia, venga de donde venga. Y el racismo que lo tenemos también en muchos países es otro gran desafío que tenemos todos si queremos algún día entender que todos los humanos somos iguales y que podemos aprender a convivir en justicia y paz.
Es decir, la esperanza no debe morir, no puede morir mientras sectores de ciudadanos tomen conciencia de que esta es una oportunidad para reencontrarnos como seres humanos en los que reconozcamos los valores de las mujeres respetándolas, en donde veamos a nuestros niños y jóvenes como la promesa esperanzadora de una nueva sociedad. Y la fe, no en la institucionalidad religiosa que también se corrompe, puede ser fortalecida a través de re-descubrir nuestra relación con Dios y con nuestros prójimos.
“La fe sin obras es muerta” y “no nos conformemos a lo que se hace en este tiempo, sabiendo de la buena y agradable voluntad de Dios, cambiemos nuestra manera de pensar para cambiar nuestra manera de vivir”. Además. miremos con atención “primeramente el reino de Dios y su justicia, que todas las demás cosas vendrán por añadidura”. Y termino: “Amemos a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo porque él o ella sin iguales a ti y a mí”.